El otro día iba  por gran vía, de camino a casa, Al otro lado de la calle, vi  a un grupo de cinco adolescentes que se metían en un jardín y pisoteaban todas las flores que había en él. Aquel grupo de cínicos reía, creyendo que tenía derecho, sin pensar en ellas. Claro, pensé, ¿quién las va a defender? Al fin y al cabo  son sólo flores, hay miles en el mundo, ellas jamás hablarán, ellas jamás conseguirán escapar, ellas no tienen poder ni fuerza.

¿¡Basta ya no!? Grité indignada. Aquel día las orquídeas y las rosas tuvieron suerte de que alguien viera lo ocurrido. Pude salvar a dos o tres pero,  ¿cuántas habrían muerto ya? ¿Qué pasa cuando nadie ve, cuándo nadie quiere ver?

 Miles de mujeres son víctimas de la trata con fines de explotación sexual que tiene como destino  nuestra civilizada Europa. Son secuestradas, arrastradas lejos de su familia, coaccionadas. En un instante todo lo que han sido se ve reducido a un preservativo, una toalla y una sábana blanca. En cada rato de placer forzado una parte de su vida se va apagando. Sólo este útimo año,más de 50000 mujeres han sido trasladasdas a España para dejar a un lado su categoría de ser humano y convertirse en mercancía. De todas ellas, ¿cuántas han sido rescatadas? ¿cuántos casos se conocen? Al igual que las flores, nadie lucha por sus derechos, pisoteados y ultrajados sin compasión, ellas tampoco tienen voz, tampoco tienen fuerza, y por supuesto, tampoco tienen respaldo.  Si no se lo creen pregúntenle a Víctor Manuel Ameijeiras, guardia civil incapacitado, que tras traer presuntamente a 3 chicas ucranianas para ejercer la prostitución en España negó ayer durante el juicio que su voz fuese la que emergía de las cintas de video expuestas en el juicio y  en las que las palabras más bonitas que les dedicaba a “sus rameras”eran  cosas del tipo…»¿Tú quieres que te rompa la cabeza?».

Es paradójico que presumamos de ser un país desarrollado, mientras estamos oyendo que la propia policía se ve implicada en casos que reflejan la esclavitud abolida allá en 1880, una civilizada sociedad  en la que los grandes líderes de partidos políticos de ultraderecha en España como  Jose Luis Roberto, líder del partido España 2000, salen a  manifestarse a la calle contra los inmigrantes, alimentan de odio a sus jóvenes cachorros neonacis  y luego son descubiertos en posesión de prostíbulos en los que se lucran del trabajo de nigerianas o sudamericanas. Sí, esta es, desgraciadamente, la putrefacción que nos rodea y sino que se lo pregunten a Olena, la joven ucraniana que denunció a Amejeiras.

En el fondo da igual, del mismo modo que existen cientos de nombres que designan a las  flores, podemos llamar a estas mujeres putas, rameras, samaritanas del amor, mesalinas, furcias, meretrices… y siempre nos referiremos a una cosa: simples putas. Ya lo dijo la escritora Isabel Pisano,  la mayoría de estas mujeres, como las flores de aquella mañana, mueren sin un adiós, sin una oración, en silencio, tal  como vivieron.

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